“El pollo siempre pierde” es mi teoría más trabajada. Si somos amigas me habrás escuchado mil veces decir esa frase, quizás tu también la hayas incorporado a tu monólogo interior o a tu vocabulario recurrente. Si no nos conocemos, no me habrás escuchado decirla, pero te lo cuento ahora.
El otro día vi una nueva creación del turbocapitalismo tardío: un Fresquito sabor pollo KFC
El análisis fue claro: el pollo siempre pierde.
La base de esta teoría es la siguiente: la carne de pollo sirve para todo y ha colonizado nuestra dieta. El pollo plancha es un lugar común, una patria, un continente que recoge a millones de perfiles y situaciones personales.
Si quieres aumentar tu consumo de proteína porque estás en la vía de convertirte en fuertecito/a comes pollo; que has tenido un virus estomacal y estás reintroduciendo alimentos, comes pollo; ¿a dieta?, pollo; que estás en proceso de dejar de comer carne, continúas comiendo pollo. Si no hay ganas de cocinar, pollo plancha; si la ensalada es muy sosa así, pues trocitos de pollo. El domingo pollo asado y para mañana nuggets de pollo en la airfryer. Vamos aun TexMex, pedimos burrito de pollo. ¿Y si hacemos unas fajitas de pollo? Little Nicky hasta arriba de poyo Popeye, Avril Lavigne “got fired by fried chicken ass”.
Hay cifras más serias que avalan este trabajo de campo basado en la observación empírica de la realidad que me rodea. En los hogares españoles la carne de pollo es la carne fresca más consumida (Informe de consumo alimentario, 2023). Su demanda se incrementó un 15.2% con respecto a 2022 y comimos, de media, casi 12 kilos de pollo al año por persona.
En Estados Unidos más de lo mismo: el pollo pierde más que nunca (y seguirá perdiendo). En el principal productor de pollo del mundo se consumieron en 2023 más de 35 kg de pollo por persona. En China e India también aumenta su consumo y la OCDE junto a la FAO prevén que en el futuro próximo la carne de ave dominará el crecimiento del sector cárnico, representando el 43 % de todas las proteínas procedentes de la carne consumidas en 2033.
Este monopolio del pollo en nuestros platos tiene que ver con la creciente urbanización del suelo (menos lugares para animales más grandes), el abandono de la carne roja por cuestiones de salud (sobre todo en lugares donde el consumo era altísimo como en EEUU) y la preocupación medioambiental que puede llevar a comparar la huella medioambiental de un pollo y de una vaca. Sin embargo, quizás la sostenibilidad no pasa por dejar el cerdo y la ternera ocasional y plantar el pollo en nuestros platos de forma diaria.
La verdad es que el sistema que está manteniendo esta ingente ingesta de carne de pollo no tiene pinta de ser muy sostenible. Al final, nosotros también perdemos.
En su último libro, Alicia Kennedy (la santa a la que le rezo en esto del comer) dice que:
“no es el consumo individual lo que causa la crisis climáticas, son las condiciones de ese consumo individual”
Las condiciones en la transformación del mundo en una gran granja de pollos de engorde son letales: el 40% de los trabajadores del sector cárnico en EEUU (meatpackers) son inmigrantes y gran parte de ellos indocumentados.
Las condiciones de seguridad llevan a accidentes laborales continuados. Por ejemplo, la técnica de desinfectar y blanquear con cloro el pollo que se lleva a cabo en las industrias de EEUU (aunque se supone que cada vez en menos) y que en Europa está prohibida desde 1997 ha producido problemas de salud y accidentes respiratorios como cuando en 2011 en una de las fábricas de Tyson Foods (la gran industria cárnica de EEUU que tampoco para de crecer) un trabajador de la planta mezcló cloro con un agente antimicrobiano ácido, creando gas de cloro, usado como arma química en la Primera Guerra Mundial.
Estos trabajadores de las fábricas de Tyson tuvieron que seguir trabajando durante pandemia, con medidas sanitarias insuficientes y salarios de mierda. La salud, al fin y al cabo, es cuestión de clase y los trabajadores de estas industrias cárnicas pierden aún más que el pollo (aquí un articulito sobre sus precariedad).
Lo que quiero decir, al final, con “el pollo siempre pierde” es que por qué no quitamos el pollo del centro de nuestra dieta, sobre todo en el caso de que nuestros aburridos filetes a la plancha estén llevándonos hacia un futuro en el que nuestros restos arqueológicos estarán rodeados de montañas de huesos de pollo.
A pesar de mi mantra de “el pollo siempre pierde” y lo que me obsesiona este tema de la dieta monocolor una de mis cosas favoritas es quedarme sentada observando a las gallinas.
Mi padre tiene casi 100 con colores poco uniformes y una variabilidad genética imposible de rastrear fruto de llevar años sacando pollitos de huevos que las gallinas engoran en cualquier nidal en una patilla de un olivo. Más de una vez hemos tenido que romper un huevo para que salga el pollo y más de 100 habremos tenido que darle un grano de pimienta al pollito que nace medio muerto para que espabile. Mis padres se han encontrado pollos mojados y sin gallina y los han adoptado dándoles un sitio preferente al lado de la chimenea hasta que han cogido color y calor. Cuando esto pasa, mi madre saca los pollitos al sol de su azotea, mientras se preparan para volver al campo y me manda fotos diarias de su evolución.
Las gallinas me parecen un universo y por eso me puedo pasar horas mirando y estoy segura de que si no me muevo me picotearán y me acabarán comiendo a mí.
Cuando paso mucho tiempo en el campo sueño con el sonido del miedo de las gallinas que se hacen piña y suenan tristes y asustadas mientras pasa un águila por encima.
En mi casa no se come mucho pollo, la gallinas se hacen viejas y duras. Dicen que la gente que cría gallinas no las mata continuamente porque lo que más valoran son los huevos. Las de mi padre la verdad es que tampoco tienen una alta producción en huevos, pero no recuerdo haber comido huevos que no sean de nuestras gallinas y, al igual que sueño con el llanto asustado de las gallinas en un ambiente de polvo como el que levantan al chocar el pico con el grano o con la tierra o con lo que encuentran, al igual que eso también tengo pesadillas con el día en el que deje de tener huevos de mis gallinas. Porque significará mucho más que no tener huevos.
Mi padre, que es el que me da miedo perder, creo que cría gallinas para convivir con ellas, porque también está enganchado al enorme continente de las gallinas.
Las gallinas, que para mí son un tema infinito, tienen una lateralidad de la hostia (usan cada parte del cuerpo para una cosa) y el ojo izquierdo lo dedican a detectar depredadores aéreos. Cuando nacen, los pollos tienden a usar el ojo derecho para actividades que requieren ver de cerca, como alimentarse, y el ojo izquierdo para las de lejos, como detectar depredadores.
Dice la escritora Elaine Vilar Madruga en El cielo de la selva que
“el tiempo vale menos que las cagadas de las gallinas. Se va rápido y no regresa”
y es que quizá la vida es muy corta para estar comiendo trozos de carne descontextualizados metidos en plástico que no sabemos de dónde vienen ni qué vidas enfermas han dejado por ahí. Plantearnos qué inercias nos abocan a eso y qué sistema nos está obligando a comer pollo descontextualizado es la cuestión.
Escribiendo este textito pensé mucho en:
📚 Un libro
Los sentidos de las aves de Tim Birkhead | ¿te has planteado alguna vez cómo nos ven las gallinas? un libro de divulgación sobre lo listas que son las aves
🥚 Un truco de cocina
Mi bocadillo de piscina favorito es el de tortilla francesa con tomate. Para que la tortilla quede cremosa, remuevo en la sartén como si estuviese haciendo huevos revueltos y cuando veo que está medio coagulado pero aún cremosito enrollo la tortilla (en lugar de darle la vuelta a la ídem) y lo saco, terminándose de hacer lo de dentro con el calor de ambas partes, sin quedarse seco
📺 Una escena
Este momento en el que Julia Child hace su omelette en directo en el primer capítulo de la última serie que repasa la vida de esta mujer que se coló en las cocinas estadounidenses para revolucionarlas
🎶 Una canción
Se me vino a la cabeza Pollo al ajillo de Sugarless y volví un poco a 2003
🍲 Dos recetas
El pollo en salsa de mi madre 🍗 (según sus palabras)
Lo paso por la satén lo dejo que dore un poco le pones un poquito de sal y pimienta y lo vas pasando todos los trozos y lo vas poniendo en u plato
Lo que pasa que el pollo de campo es duro, cuando lo doro lo pongo en la olla exprés le echo unos ajitos, tomillo, laurel y lo pongo hasta que no le falte mucho
Lo siguiente: partes una cebolla a trocitos y zanahoria y la pochas en ese aceite por el que has pasado el pollo que ya tiene jugos de la carne
Con lo de la cebolla cuando esté le agregas cuchara de harina le das una vueltecitas que se haga, echas la carne y agregas un vaso de vino cuando se evapora le pones agua o caldo del puchero y que se cueza la carne. También lleva tomillo y orégano
El sofrito que tenía en la sartén lo muelo en la batidora
Luego pongo la carne de nuevo en la sartén le pongo el vino también el sofrito de la batidora y cuando se ha evaporado el alcohol, pongo el colador y el caldo que haya en la olla exprés se lo echo y que hierba asta que se acabe de cocinar
El pollo ‘de Navidad’ de mi madre según su Whastapp (siempre pollo de campo que es una cosa durísima)